jueves, 15 de abril de 2010

Cuestiones de baño

Día tras día, entro a la ducha por la mañana en mi ritual de preparación para ser un correcto empleado corporativo privado, y es casi inherente que mi cabeza empiece a escurrir tantos pensamientos como las gotas de agua que golpean desordenadas mi cabeza.

Por más que me rehuse a despertar del todo, no he parado ni un segundo en algún punto de blanco silencio mental.

... Que si la portada de la siguiente edición funcionará, ...que si la película de anoche la había visto antes, ...que si mi hermana me pedirá cuidar a mi sobrina hoy, ...que si Monique es tan feliz como lo soy yo, ...que si acaso mi muerte me sorprenderá al salir... que si he vivido como he debido... Son demasiados condicionales e interrogantes para el primer remojo.

Apenas cierro los ojos para frotar champú en mi cabello, los pensamientos comienzan a hacerse más profundos e incisivos, tanto que al sentir el espumoso sabor amargo que se cuela por mi boca distraída también me doy cuenta que los pensamientos son ahora sensaciones. Si me resultan agradables puedo dar una segunda y prolongada masajeada a mi testa haciendo que mi cerebro decore esa "realidad surrealista", pero si es incómodo, me sumerjo apresurado en la regadera y abro los ojos en un sobresalto.

Al mismo ritmo que el jabón hace su trabajo, una y otra vez recorro el episodio escogido al azar de mi vida para este día. Un juego de nostalgia y curiosidad.

Es esa nostalgia la que me inquieta. La que da una y tres vueltas más, la que me cuestiona si obré bien o mal, la que me reprocha que lo pude haber hecho mejor, la que me repite que pasó y no volverá... la que me abandona en un recodo donde termino pensando en que empieza un día más que restarle a mi vida. Esta intro-retrospección me deja más desnudo que cuando entré a la ducha y más idiota que cuando desperté.

Y sin embargo no lo evito.

Es la curiosidad, la otra cara, la que me obliga a dejar que el agua se lo lleve todo. La que me pide un soplo de aire nuevo y vapor tibio, la que sacude mi cabeza de pensamientos inútiles que se destilan con los despojos de agua contra la pared. La que me exige no dejar de respirar. Y entre el vapor y una canción que nunca falta como fondo musical de mis recelos, persigo una toalla para salir a buscar lo bueno y lo malo que me queda por vivir.

Es tan solo al sentir la tela en mi cara cuando me doy cuenta de mi divertida mortalidad. Y casi siempre en ese instante, en ese preciso momento de afianzarme a mi naturaleza humana, en aquella intimidad renovada de frescura, en ese mismo punto de inicio y fin tan personal, allí, se entre abre la puerta y la interrogación: ¿quieres huevos fritos para el desayuno?

Te respondo conmovido tanto como sorprendido que sí, te lanzo un tímido beso y luego desapareces con un guiño sonriendo entre el vapor.

No hay duda, es la forma más hermosa en que la vida me recuerda que todas mis contracciones, desde ahora, tan solo serán cuestiones de baño.

2 comentarios:

  1. Me gustaron mucho tus "cuestiones de baño" porque cada día conozco un poco más de ti...

    Confieso que en mis 30 minutos diarios de agua y vapor me rondan muchos pensamientos... Lo nuevo es que ahora en mi mente desfilan alegres las tareas de hogar compartidas y las aún pendientes para el fin de semana.
    Y al salir, una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando te veo dormir.

    Sí, soy tan feliz como tú...

    ResponderEliminar
  2. Chévere tu autoanálisis, ojalá que por andar pensando tanto no te olvides de lavarte atrás de las orejas.

    Felicidades a los dos, de corazón

    ResponderEliminar